Las lamentables muestras de racismo y fanatismo en Estados Unidos y España tendrían que ser un campanazo, como si no hubiéramos tenido ya miles, para que reflexionemos como humanidad sobre este asunto de que en pleno siglo XXI todavía hay quienes se consideran superiores y con derecho a pisotear la libertad y la dignidad de otras personas.
Pasa en Medellín: al 22 de agosto se registraban 351 homicidios, 12 más que en el 2016. Tenemos un problema de convivencia como especie. Pero, además de eso, en Medellín tenemos un problema estructural: según un estudio de la Casa de las Estrategias, 9 de 12 homicidios estudiados en la ciudad eran prevenibles por razones diversas.
Hasta 2015 veníamos en una caída de los homicidios hasta el punto en que se logró la cifra más baja de los últimos 40 años. Pero otra vez hay un ascenso y si seguimos a este paso, la tasa al 31 de diciembre será de aproximadamente 21,79 por cada 100 mil habitantes, según estimaciones del Sistema para la Seguridad y la Convivencia (SISC)
Al final del periodo de Aníbal Gaviria se aprobó una política pública de seguridad y convivencia que fue construida entre la Universidad EAFIT y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), cuyo principal objetivo era crear capacidades en la ciudadanía y en las instituciones para gobernar el territorio, desde un enfoque preventivo, más que reactivo. Esta política pública era acertada, pues entendía los problemas de inseguridad desde una perspectiva integral, diferenciando los fenómenos por comunas, con enfoque de género y generacional. Le apostaba a la fórmula de zanahoria y garrote –aunque esta Administración se empecine en lo segundo-, y había sido diseñada como un guante a medida para Medellín.
Se invirtieron tiempo y recursos en la elaboración de este documento que sería consensuado con diferentes actores involucrados y, finalmente, se convirtió en Acuerdo Municipal surtido el trámite respectivo en el Concejo. Y ahí tendríamos que “construir sobre lo construido”, que ha sido un valor que ha contribuido a que seamos una sociedad reconocida mundialmente por la resiliencia: llegamos a ser la ciudad con mayores índices de homicidios del planeta y ahora se dice que logramos “pasar del miedo a la esperanza”.
Pero la Alcaldía de Federico Gutiérrez en lugar de apostarle a la convivencia y a las estrategias integrales, compró un helicóptero que sobrevuela la ciudad 24/7 mientras nos preguntamos cuál es la relación costo-beneficio, de la que no se ha informado aún; hay retenes de policía por doquier, un secretario de seguridad capturado por presuntos nexos con ilegales y persecución a grupos ciudadanos que han sido críticos y se han manifestado con símbolos tan poderosos como el de pintar las fuentes de rojo con anilina vegetal para recordarnos un mandato social: “¡No Matarás!”. Y para motivar justamente esa reflexión como ciudadanos, como humanos, como especie.
La Administración Municipal debe recapacitar sobre su política de seguridad y hacer de la convivencia una apuesta real, que trascienda los discursos políticamente correctos, por no decir tibios, a los que nos tiene acostumbrados el Alcalde.
Medellín ha demostrado ser una ciudad resiliente, cuyo capital social positivo ha sabido hacerle frente a la criminalidad. La comunidad, la gente, nosotros, tenemos capacidades de asociamiento y construcción que pueden generar resistencia de cara a nuestros problemas de convivencia. Pero esto debe estar acompañado del esfuerzo institucional. De todo corazón le deseo la mejor de las suertes al nuevo secretario y espero que esté a la altura del reto que tiene, pues dentro del Plan de Desarrollo está estipulado implementar la política pública mencionada. A todos nos conviene que le vaya bien.
@danielduquev